PSICOLOGÍA INFANTIL

Protección o desprotección a la niñez

Por Laura Elena Beltrán Padilla*
jueves, 24 de junio de 2021 · 00:00

Desde hace tiempo, he participado en foros locales, estatales y nacionales en materia de derechos en torno a la infancia. Estando en mesa de trabajo, he escuchado tantas propuestas para mejora en prevención y rehabilitación en salud para nuestra comunidad.

Después de largas horas, y al realizar una minuta de cierre, me pregunto: ¿qué fin tendrá el esfuerzo de tantos que estamos con mente, voz y corazón puestos en este escenario? La experiencia es que, ante cada cambio de gobierno, hay que volver a empezar. Coincidirán conmigo instituciones y asociaciones civiles. Los presupuestos se cierran, se abren y al final, la pregunta del millón, cuánto se destinará para la infancia.

Uno está inmerso en un punto porque hasta ahí nos ha conducido la vida o porque hasta ahí hemos querido ver. Cuando por experiencia te llegan situaciones que van más allá de lo asimilado, es cuando te enfocas a algo nuevo que se torna relevante.

Tengo en mis manos un libro titulado Una mirada hacia la infancia y la adolescencia en México que, por cierto, ganó primer lugar por la UNICEF en 2008. Este libro llegó a mí cursando mis estudios sobre “Las artes, el juego y la afectividad como herramientas de intervención con la infancia”, el cual considero fue bien conducido por instituciones de prestigio como la UAM Xochimilco y la Universidad de Valencia, España.

Me encontraba en el COLEF, Universidad de la Frontera Norte en Tijuana, en donde dirigí mi atención hacia el abuso y la desprotección a la niñez. Niños que salen huyendo de sus casas por un sinfín de motivos, que van a buscar el cobijo a las calles y se adentran a un ambiente altamente tóxico, en donde la explotación laboral, sexual, drogas y delincuencia están a la orden del día.

Cómo habrá estado el hogar para salir corriendo del mismo. Niños que se reúnen y van formando lazos no sanguíneos, que se apoyan o se abusan entre los mismos. Es bien sabido que las fronteras son complejas. Le explotación y desprotección están en su máximo nivel, rebasan las posibilidades y recursos previstos, o no, por el gobierno.

El número de pacientes que vea en un día me son significativos y más los subsecuentes, porque estos indican el compromiso de los padres de familia en la crianza. Al final, el niño forma parte del gen, el ambiente y la estadística. Más allá, de esta última, es la oportunidad de abrir el libro de su vida, de conocer su historia y poder incidir en ella.

Las familias son complejas, no cabe duda, vienen de la formación del padre y la madre. Por ende, los menores están a expensas de una relación funcional o no. Muchos pequeños son atentados contra sus derechos desde el núcleo, por el padre, la madre, el abuelo, el primo... Son abusados y fragmentados; así como un vaso de agua que se cae y se rompe ocurre con un tocamiento mal intencionado, la exposición a videos no apropiados, la penetración física o mental.

Quedan esos pequeños tatuados y hasta lo más fondo del alma. Me dice un niño de 4 años: “sí duele y lloré mucho, y no una vez, muchas veces. Quise gritar y no pude porque con mi oso me tapaba la boca, el abuelo lo hacía.

Me duele, sí, pero mi corazón más, está roto”. En torno a esto, hay un sinfín de relatos que nos dejan con un nudo en la garganta. Por ello, hay que apostarle con más rigor a la construcción de una sociedad más justa. Los niños necesitan de un entorno seguro ¿Qué estamos haciendo por ello?

*Psicóloga y psicoterapeuta de niños

laurabelpad@gmail.com

 

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