ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

A propósito de la Consumación de la Independencia

Por John Joseph Temple*
jueves, 29 de julio de 2021 · 00:00

Hay un pensamiento que tengo muy presente a la hora de considerar hechos históricos. La oí de nuestro amigo, el historiador Manuel Rojas. Dice que todos tenemos nuestros claroscuros. Una especie de relativismo histórico en cuanto a la valoración de las personas, los héroes, y del derribamiento de estatuas de bronce.

Y en esta ocasión quiero recordar, en vísperas del próximo bicentenario de la Consumación de la Independencia, a Agustín de Iturbide, héroe de altibajos en su corta vida.

Por ser la revolución de Independencia un movimiento de origen eminentemente criollo, Hidalgo lo invitó a formar parte de la rebelión, nombrándolo teniente general, que era un grado alto, de acuerdo a su categoría. Agustín tenía grandes dotes de gestión que hubieran sido de gran utilidad para el movimiento de Independencia en ese momento. Pero podríamos anticipar que, viendo las perspectivas y la coyuntura, se negó.

Destacó como soldado realista. Tenía a la tropa bajo su mando muy contenta, bien pagada, y con empatía. Capturó a Albino García Ramos y derrotó a Ramón López Rayón. Su mejor desempeño, a mi juicio, lo tuvo en las Lomas de Santa María, cerca de Valladolid (hoy Morelia), donde prácticamente descabezó el movimiento militar de Morelos, y, por extensión, de independencia. Se puede decir que, para 1816, la sublevación de independencia iniciada por el padre Hidalgo, había sido derrotada.

Después de 1813, Iturbide había venido siendo acusado por los comerciantes de Guanajuato de corrupción por utilizar al ejército para transportar bienes entre particulares; de contrabando de azogue (mercurio) para amalgamar plata, y otros, cargos. Por ello fue llamado a comparecer ante el virrey Calleja, a responder por estas denuncias.

No obstante, fue exonerado, y a partir de 1816 se dedicó a su vida personal, hasta que, en 1820, la revolución liberal de Riego, en España en 1820, volvió a dar vigencia a la Constitución de Cádiz, que era de corte liberal, y cuya puesta en observancia en Nueva España perjudicaría a los conservadores y al clero novohispano. La situación, además, permitiría a los liberales llevar a cabo la independencia.

Este proceso dio, después de una reunión en la Iglesia de la Profesa, pie a que Iturbide renaciera como caudillo, y, al haber sido enviado al sur a someter a los insurgentes, ante la expectativa de no poderlos vencer hábilmente pactó con ellos para revivir el proceso de Independencia, y, aprovechando sus facilidades para la gestión y el convencimiento, ir engrosando las filas del movimiento independentista. De esa manera, para mediados de 1821, ya contaba con la mayor parte del reino de la Nueva España a favor de la independencia. Su documento fundamental era el Plan de Iguala.

En su avance hacia la ciudad de México tuvo pocos incidentes que lo contrariaran, y, para el 27 de septiembre de 1821, entraba triunfante a la ciudad de México con el ejército de las tres garantías.

Se redactó el Acta de Independencia, se firmó, y se empezó a proclamar la independencia en todas las cabeceras del ahora Imperio Mexicano.

En San Vicente se proclamó el 16 de mayo de 1822. Aunque la población del lugar estaba en la pobreza, existe la posibilidad que la tropa ahí presente utilizara botones de gala, de los que se ha recuperado algunos.

Sin embargo, el imperio que se pretendía no tenía los medios materiales ni humanos para ser llevado a cabo, y, después de 10 meses, terminó.

*Arqueológo
 

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