MUJER Y PODER

El aborto

Los ministros escucharon la voz de un sector Por: Natalia Vidales de Bitterlin*
sábado, 11 de septiembre de 2021 · 00:00

Para la despenalización de aborto, el pasado jueves 9 de septiembre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación no escuchó las voces de las mayorías. No escuchó a ese pueblo -bueno y sabio, como lo dice el presidente- ¿ sino que los ministros solo escucharon las voces de grupos minoritarios de feministas que gritan mucho y demandan mucho. Hacen mucho escándalo, pues.

Los Ministros decidieron a su antojo, dejándose presionar por esos grupos ajenos al pensamiento cristiano del grueso de la población y que han venido a dar al traste con la lucha limpia y respetuosa que deberían de tener las feministas al buscar la dignidad, la igualdad de oportunidades, mejores condiciones laborales y sociales para las mujeres, su crecimiento como seres humanos, su capacitación. Para ayudarlas a avanzar en la vida… no a retroceder.

Pero no: son grupos de mujeres que han sucumbido ante intereses internacionales y a su conveniencia personal por el recurso que otorgan organizaciones extranjeras a quienes siguen sus políticas de disminuir la población mundial.

Son grupos que escucharon el llamado de la Organización de las Naciones Unidas cuando en 1994 dio la orden a todos los países del mundo para controlar la natalidad por diversos medios, incluyendo el aborto.

Y estaría bien que promovieran un mayor control de natalidad, pero con base en capacitación y educación en el tema de la sexualidad… no con el fomento del aborto que causa la muerte de un ser vivo y mucho, mucho daño a la madre y a la sociedad en general.

¿Porqué? Porque además de secuelas físicas (como cáncer de ovarios, perforación de útero, y, entre otros, desgarramientos que se dan al llevar a cabo el proceso de aborto) hay severos daños emocionales y psicológicos que afectan y “persiguen” de por vida a la mujer que aborta, impidiéndole en general una vida plena, con la repercusión que ello conlleva a una sociedad de concordia y paz.

De eso no se habla. El argumento que dan las proabortistas es: “la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo”.

Pues sí, pero -hay que recalcarlo- el bebé que llevan en su vientre es un ser individual que bien merece la defensa de su vida de parte de los grupos Provida y los opositores del aborto.

Tanto derecho tienen unos como otros de defender sus ideales, sus creencias. Pero resulta que en esta sociedad torcida en que vivimos las proabortistas se burlan, critican, ofenden a quienes no piensan como ellas que no se conformaron con que se despenalizara el aborto por causa de violación y riesgo de vida para la madre en todo el país -que ya existe de años atrás- y quisieron legalizar el aborto por el motivo que la madre lo desee. Porque es su cuerpo.

Y con ello inicia otro debate que promueve la división entre los mexicanos porque sin duda de la decisión de la Corte seguirán otros problemas: ¿Qué pasará con el derecho que tienen los médicos a los que se les obligará a la práctica del aborto en instituciones públicas y tal vez incluso en las privadas? ¿Su ética y moral no cuenta? ¿De dónde se tomarán los recursos para que en los centros de salud del país se atienda a las mujeres que pretendan realizarse un aborto? ¿Los recursos no deberían mejor destinarse a la atención de los millones de enfermos que hay en México que no tienen acceso a salud ni medicamentos?

El tema sin duda es polarizante pero antes de tomar esta dramática decisión, las autoridades y estos grupos proabortistas pudieron haber tratado, en base a las mismas presiones que han utilizado para la defensa de “su causa”, de conseguir apoyo del gobierno para la madre desamparada que se encuentra en víspera de ser madre: atención para su embarazo y guarderías para el cuidado de sus bebés, mínimo.

En México, no hay nada que festejar con esta decisión de la Corte. Hay mucho por qué dolerse de ella: la insensibilidad de un gobierno que cierra las puertas a la madre soltera, a quien se esfuerza por sacar adelante a sus hijos, a quien se le dificulta ser madre, a quien le cierran las puertas para la obtención de un trabajo digno, a quien sabe se verá obligada a dejar a sus hijos a la deriva en su hogar para salir a buscar el sustento diario.

En lo personal, nunca hemos estado de acuerdo en que se persiga y se meta a la cárcel a la mujer que aborta porque, consideramos, bastante dolor debe haber ya en ella. Pero no levantamos, en manera alguna, la bandera de proabortistas.

Consideramos ser mejor opción lo que hacen otros grupos de la sociedad civil -como los Provida que hoy critican-: dar sustento, manutención y apoyo emocional- a la embarazada que decidió tener a su bebé pese a condiciones deplorables de su vida.

Ayudándolas, con educación, apoyo y fomento de valores es como pudiera encontrarse una salida para evitar embarazos inesperados y disminuir esa población indeseada por las potencias.

Campañas permanentes sobre la responsabilidad y consecuencias que implica el acto sexual debería ser prioridad del gobierno, junto con el apoyo brindado a quien decide continuar un embarazo no planeado.

La sociedad civil hace lo suyo. Que el gobierno también aporte.

*Periodista sonorense. Directora de la Revista Mujer y Poder

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