DESDE LA BANQUETA

Lectores inconformes, es lo mejor que le puede pasar a un libro 1 de 2

Por: Sergio Garín Olache
lunes, 27 de septiembre de 2021 · 00:00


El concepto de ficción: La historia de los hechos y la ficción literaria se convierte por la imaginación de los novelistas en otra forma de contar la historia. La diferencia del testimonio y la ficción no es la diferencia entre la verdad y la mentira, porque la ficción tiene otra forma de ser verdadera, forma parte de nuestra realidad, podemos decir que unos jóvenes se aman como Romeo y Julieta y, estamos con eso refiriéndonos a una obra de ficción que encarna en una realidad una y otra vez.

El testimonio por su parte tiene que ser verificable, su tribunal está en el mundo de los hechos, o mejor sería decir de la interpretación de los hechos, es cierto mientras no haya una verdad oponente que tenga otra versión de esos mismos hechos.

La ficción puede ser buena o mala como ejemplo de estos últimos, los escritos del marqués de Sade. Durante la colonia se prohibieron las novelas en toda la América de habla hispana, 300 años sin novelas, había crónica, teatro y poesía pero no novelas.

Se leyeron novelas de otras regiones del mundo en todo el continente de habla hispana porque el contrabando era muy intenso, la primera novela nuestra que se leyó fue la de un mexicano, llamada el “Periquillo Sarniento”, las luchas por la independencia se había iniciado.

¿Quién prohibió las novelas? Ese es un misterio que no han podido resolver los críticos ni los historiadores, nadie asume la responsabilidad, ni la Iglesia ni el Estado. La ley se escribió solita.

Al día siguiente de nuestra independencia, la historia ha sido turbulenta, violenta, enconada y eso mismo va a formar parte de la nueva novela latinoamericana por venir, vista como epopeya y también como derrota de los próceres como Bolívar o San Martín.

Los que quedaron en pie, primero se habían subido al caballo de la independencia para combatir y después ya no se quisieron bajar del caballo para mantenerse en el poder, aparece la figura del caudillo, del hombre fuerte. La lucha entre institucionalidad y caudillismo es de vieja data en Latinoamérica, no se ha podido resolver en pleno siglo XXI.

Más que hablar de realidad política, mejor sería hablar del poder por el poder mismo, de ese vicio de ambición de poder que ha deformado la posibilidad de tener instituciones verdaderas, instituciones creíbles.

Ahí mismo se inicia la predilección por la ficción en América Latina, se cuela de manera obsequiosa en la crónica, en los libros religiosos, se abusa de la literatura indigenista por motivos de crear una nueva identidad nacional, tenemos según el mito, madre indígena y estamos huérfanos de padre español como no queriendo la cosa, en México es fuerte la ficción histórica que se impone sobre la realidad misma por mucho.

Críticos, historiadores y lectores cultos lo saben, mismos que han leído novela y ensayo de diversas literaturas: La francesa, en primer lugar, inglesa, alemana, rusa y posteriormente literatura española y norteamericana entre otras.

Gracias a esas diversas influencias de inicio de creación literaria en el continente americano de habla hispana, nuestros escritores son más cosmopolitas hoy, no responden a ninguna tradición propia como los europeos, no están limitados como ellos, lo que nos les quita originalidad a los nuestros, más bien, los enriquece, no tienen el problema de los diversos idiomas como en Europa, a todos nosotros nos une el idioma Español y los problemas de los latinoamericanos si no iguales son muy similares…Continuará.
 

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