Más pronto cae un sommelier

Araceli Velázquez Córdoba

Hace un par de años estaba yo muy contenta quejándome de algo en mis redes sociales, para los que me conocen no tengo que explicar más, y para los que no, digamos que cuando abro mi perfil de Facebook y él solito me pregunta ¿Qué estás pensando? Me dejo ir como gorda en tobogán. De este tipo de “comunicación” que llevo en mis redes la mayoría pensará que nada bueno puede traer el desahogarme. La mayoría de las veces de forma ruda y casi siempre con palabras altisonantes (diría mi sacrosanto padre). Pero por increíble que parezca ha resultado todo lo contrario, me imagino que mis reclamos, críticas y anécdotas le hacen sentido a algunas personas, les puedo asegurar que por lo menos a un par si.

Un día, en lo que le clickeaba al “publicar” de mi face, Alfonso Ceseña, quien trabaja en este periódico, me escribió por INBOX, y entre la plática sabrosa que se tiene casi siempre con cualquier ensenadense, me invitó a escribir esta columna a la que tanto cariño le tengo y que me hacen favor de leer ustedes. También otro, ahora excelente amigo, se comunicó conmigo de igual forma y jamás se me va a olvidar que me dijo “oye me encanta todo lo que escribes, fíjate que llevo las relaciones públicas de una revista y necesitamos entrevistar a 8 chefs de talla internacional, algunos con estrellas Michelin, pero no quiero que sea la típica entrevista, quiero algo padre diferente y pensé en ti, ¿Me ayudarías a hacerla?”. Y ya sabrán, a los 15 minutos estaba enviándole mis preguntas para que se las hicieran a los chefs dentro del marco del Festival Sabor a Cabo.

La siguiente vez que Omar se puso en contacto conmigo fue para ver si entrevistaba al director de uno de los festivales gastronómicos más hermosos y bien hechos que conozco. Esta vez no tenía que mandar mis preguntas por mail, la entrevista tenía que ser en persona.

Ahí como me ven yo soy muy nerviosa, pero creo que esos nervios evitan que me dé miedo, entonces mi cerebro funciona como debe. Para no hacer el cuento largo, dije que sí, me pasaron la biografía e información del entrevistado una semana antes de la cita para poder prepararme como lo hacen los profesionales.

No quería hacerlo mal, entonces le llamé a uno de mis mejores amigos, el cual conocí en la Embajada Británica porque era justamente el director de prensa y comunicación de los británicos, quedamos de vernos y me ayudó a formular mis preguntas, que escribí en una servilleta.

Al otro día, estaba en el restaurante Au Pied de Cochon a las 10 de la mañana mega nerviosa y sin mi servilleta con las preguntas. Así es, caos total y todo empeoró cuando me dijeron que la entrevista tenía que ser en inglés.

“Después de Televisa y TV Azteca es tu turno, sólo los invitamos a ustedes”. Sentí morir. Un día les platicaré con detalle lo que pasó en esa entrevista. Resulta que de ahí, al director del Festival que entrevisté, le gustó tanto mi entrevista que ya su propio equipo me invitaba a cubrir su hermoso proyecto.

En una de sus ediciones me tocó entrevistar a James Kent, un chef con estrellas Michelin creador de un restaurante situado en uno de los rascacielos más altos de Nueva York, por cierto fabuloso tipo; ese mismo día entrevisté a una sommelier mexicana que también participaría en el evento de esa noche.

No quiero ahondar mucho pero ha sido de las entrevistas más decepcionantes, ya que yo inmersa en el vino mexicano y ella siendo mexicana, esperaba otro tipo de comentarios, mucho más alentadores para nuestra industria y fue todo lo contrario, como si odiara los vinos mexicanos.

Hoy es una de las representantes sommeliers-blogeras que tenemos con mayores seguidores en redes ¿Y que creen? Ahora habla de puro vino mexicano. Este fenómeno no solo lo he visto con ella sino también con pseudo distribuidores de vino que hablaban pestes del vino mexicano y ahora viven de él.

La gente puede hacer lo que quiera y sobre todo cambiar de opinión, lo que me molesta es que el cambio sea una influencia monetaria y no una verdadera convicción. Yo que tanto amo compartir todo lo que la industria vinícola de nuestro país ofrece desde antes de que se pusiera de moda, sí me entristece un poco, y no puedo evitar pensar en que más pronto cae un sommelier que un cojo.

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