CONVERSEMOS

No estoy de acuerdo…agarrémonos a golpes, entonces…

“De acuerdo con la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la Unesco, la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” Por: Ricardo Harte*
viernes, 21 de enero de 2022 · 00:13


El tema que nos ocupa en torno a las reiteradas menciones que hemos podido escuchar de las autoridades, que señalan que en la Plaza Santo Tomás se deben desarrollar espectáculos de peleas de box y/o de lucha libre.

Aparentemente esas aseveraciones se basan en que son actividades de gran simpatía popular y, con ello, se consolidaría el papel democrático, social y popular de dicha Plaza.

Hay varios aspectos que pueden ser desarrollados a partir de estos reiterados comentarios.

Uno de ellos se refiere a la validez de lo que podemos aceptar como popular.

Creo que, dentro de lo que la definición de la Unesco se señala como “los modos de vida…las tradiciones y las creencias”, podemos afirmar que existen situaciones que son antagónicas con lo que la propia definición indica como “…las maneras de vivir juntos…”.

Es decir, vivir juntos significa la capacidad de vivir civilizadamente y de acuerdo a una de las definiciones de civilización, que indica que “civilización es la capacidad del ser humano de vivir en comunidad…”, debemos aceptar que la violencia, sea cual sea, no es una práctica que, en este momento, facilite a nuestra comunidad a vivir civilizadamente.

Violencia es, hoy en día, el discurso cotidiano.
Golpes, heridas, balazos, secuestros, muertes, muertes y más muertes.

Todo indica que el el grito popular es “para que discutir si lo podemos arreglar a golpes y, en su caso, a balazos”.

Visto desde este ángulo, afirmo que es descabellado que, en un lugar destinado a promover el diálogo, el descanso, el juego, la convivencia familiar, se pretenda, desde el poder transitorio de una política que busca la consolidación futura, facilitar actividades de golpes, de sangre, de heridas, de dolor, de vencidos y vencedores.

Otro aspecto que también puede ser una “ventana” de análisis de esta aventurada pretensión, es que, partiendo de una actitud de mucha desconfianza, existe la posibilidad de que lo que se busca no es el bienestar de la comunidad, su integración, su pacificación, sino que se busca la “popularidad populista”, apoyando aquellas actividades que extraen lo más grotesco del ser humano, como ser el de arreglar un conflicto desde una actitud de fuerza.

Por último, no tengo dudas de que existirán nobles seres humanos que disfrutan, promueven y aplauden este tipo de actividades en que dos personas se aporrean (con arte, técnica y reglas, por supuesto) hasta la muerte, para lograr que uno venza al otro.

Pero reglamentar estos “deportes”, es como reglamentar la guerra a través de las convenciones de Ginebra.

Me acuerdo un escena de una vieja película (El Puente sobre el Río Kwai, 1957), en el que un campo de prisioneros británicos debían construir un puente para las fuerzas japonesas. En un cierto momento, todos los prisioneros se reúnen, perfectamente formados, y el comandante británico de mayor rango prisionero se adelanta hacia el oficial japonés encargado del campo y le extiende un pequeño folleto con las reglamentaciones de guerra de la Convención de Ginebra. El oficial japonés toma el folleto, lo abre, observa al comandante inglés, cierra el folleto y con un gesto violento se lo arroja a la cara del británico, mientras le grita: “¡This is war, this is not a play of cricket!”

La violencia es, por sí misma, una actitud inhumana.

Con la violencia, el ser humano pierde una de las características más significativas: escuchar y dialogar.

La violencia, sea cual sea su origen, sólo promueve violencia.

Reitero que habrán culturas que la promueven como parte de sus “…rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos”, no lo dudo.

Pero tampoco tengo dudas de que, hoy por hoy, la violencia como entretenimiento es lo último que México necesita.

*Arquitecto uruguayo radicado en México desde hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx

 

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