CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

¿Para qué sirve la poesía?

Por: Rael Salvador
viernes, 21 de enero de 2022 · 00:14

Anota Jan Zabrana en su diario que, en el año de 1959, un cohete de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) trasladó y ondeó la bandera de la hoz y el martillo en la cara luminosa de la Luna, de tal forma que el genio poético de Pavel Kohout escurrió “un versito lacayo con una agudeza antimperialista especialmente exagerada”.

Las líneas en cuestión, en la firme asta de la soberbia, poseen la gracia y el esmero de citarse por sí solas: “¡Algunos tienen estrellas en la bandera, nosotros tenemos banderas en las estrellas!”. 10 años después, en 1969, ante el alunizaje del Apolo 11, escribas de visiones astrales y de exquisita sensibilidad en deshielo, estamparían en los televisores de toda una nación: “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad”. Para eso también sirve la poesía, no sólo para inquietar a amantes desveladas.

Lo ha grabado sobre nuestra roca el fuego verbal de Fidel Castro, y yo estoy muy de acuerdo: “¿Por qué unos pueblos han de andar descalzos para que otros viajen en lujosos automóviles? ¿Por qué unos han de vivir 35 años para que otros vivan 70? ¿Por qué unos han de ser míseramente pobres para que otros sean exageradamente ricos?”.

Insuficiente es la verdad, no basta ya el saber. Estamos obligados a la lujuria de hacer algo más: penetrar la mentira, la insolencia dilatada del Poder.

A diferencia de otros siglos, el XXI expone la verdad en el ritual de un sepulturero que multiplica los fantasmas a cada palada de información. Ya no basta con obtener lo más fácil para parecer racionales: en la sobria apariencia de la desnudez, suave piel bailando en la carroña metafísica de las banderas, la bestia humana agoniza desollada.

Desentrañar la sobreexposición, la sobreexcitación de eventos, exige la magia del algoritmo transformando la información en “sabiduría”. Enfriando la nuca tibia del oponente con una hachazo de filosofía, la sangre de la vida se vuelve más ligera y los componentes de la cultura evidencian el glóbulo esquizoide de toda Psicopolítica.

Si se piensa que “Saber es Poder”, empecemos a incluir el fenómeno de la mentira como una verdad imputable (castigada por lo otro: lo divino irracional); midamos fuerzas ante el crisol de espectros que aúllan en nuestra inconsciencia y encontrémonos seguros de estar fuera del archipiélago de ambigüedades ideológicas, con la desinhibida pretensión de aprehender una verdad o una mentira en la neurótica ilusión de dejarse poseer por el conocimiento y las limitaciones de una moral de perro: ¿Bueno o malo? ¿Blanco o negro?

Vagabundeo por el paisaje, hago como el indio americano a quien Henry Miller deseaba tener a su lado cuando cruzó el continente en su “pesadilla” desacondicionada, aquel que quería tener con él en el instante en que viera las humeantes fábricas de acero de los lechos de Pittsburgh en un INFIERNO que Dante jamás soñó. Estoy listo para regresar a la Caverna en cualquier momento, llevo un pedernal en mi bolsillo por si acaso. Los hombres de Cro-Magnon cargaban piedras en lugar de libros.

Sí, hay una edad para dejar de ser artista… ¿Cuál? No la sé –soy demasiado viejo para la “roña”–; lo que sí padecí, fue esa grosera y penetrante temperatura que se presenta: cuando crees, endiosado por la miopía de los que aplauden, que los años –ignorantes de su esterilidad– acarrearían éxito, fama, dinero y otras idioteces.

“¿Y para qué poetas en tiempos de miseria?”. La respuesta está en Hölderlin.

raelart@hotmail.com

 

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