ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

Día de muertos

Por: Arqlga. Gengis J. Ovilla Rayo*
jueves, 3 de noviembre de 2022 · 00:00

Llegó noviembre y junto con este mes la tradicional celebración del día de muertos en México. Esta costumbre para recordar a nuestros parientes que han fallecido está muy arraigada en los estados del centro y sur del país, se festeja elaborando altares en las casas que se adornan con flores de cempasúchil, papel picado, veladoras o velas y se ofrendan alimentos como frutas de temporada, panes, tamales, dulces tradicionales, cacahuates, nueces, agua, licor, sal y algunos guisados que en vida les gustaban a nuestros familiares. En algunas regiones no solo se ponen altares de muertos, sino que además se convive con los difuntos en los cementerios donde se lleva comida y bebida para disfrutar entre los miembros de la familia. 
Esta tradición anual sirve para rememorar a los muertos y mantener un vínculo afectivo con ellos. Aunque esta costumbre y festividad con sus variantes se celebra en buena parte del territorio nacional y es sabido el sincretismo cultural de las tradiciones de origen mesoamericano y europeo español, existen otras zonas en el que esta práctica es ausente.
En el caso de los grupos yumanos que habitaron y aún hoy persisten en la región norte de Baja California y el sur de California se cuenta con información que en la vida diaria se tenía sumo cuidado de no nombrar o recordar a los muertos pues estos podrían afectar a los parientes vivos. En los pocos registros etnohistóricos y etnográficos que describen los rituales funerarios yumanos se detallan lo que acontecía en el funeral, cómo era el evento mortuorio de cremación, la rememoración de mitos y los gestos rituales que se llevaban a cabo durante y después del funeral, así como otras ceremonias que se practicaban días o años después de realizarse las exequias.
El keruk o “quema de imágenes” es una de las principales ceremonias que los yumanos realizaban para recordar a los muertos al cabo de un año o varios años después de la defunción de un pariente y se hacía en honor al fallecido o a varios muertos de la misma familia, el grupo familiar oficiante procuraba todos los alimentos y bienes que regalaban a los invitados. Durante la celebración se construía una enramada que servía de espacio ritual,  se modelaban efigies de fibras de junco que recreaban la imagen del o los muertos, los rostros de estas figuras se pintaban de rojo o negro dependiendo del sexo del difunto al que representaban, los ojos se figuraban con cuentas de conchas y los dientes con cuentas de caracoles,  en la cabeza se colocaba el cabello que se habían cortado las mujeres familiares del muerto cuando se llevó a cabo la cremación y funeral de pariente. 
Después de siete días de convivir con el recuerdo del muerto con lamentos, cantos, bailes y comida la enramada y las efigies se incineraban recreando el evento mortuorio de cremación, finalizando así el ritual keruk, al concluir la ceremonia todo rastro del difunto desaparecía, incluso su recuerdo y nombre jamás se volvían a pronunciar, dando por cerrado el ciclo de vida-muerte en el antiguo pensamiento yumano.
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*Centro INAH Baja California  gengis_ovilla@inah.gob.mx 

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