CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El asedio de Troya

Por: Rael Salvador
viernes, 24 de junio de 2022 · 00:00

Había leído, un par de meses atrás —cobijado por los mitos fundacionales de Occidente—, los hermosos párrafos de “Otra vida por vivir” (Galaxia Gutenberg, 2019) de Theodor Kallifatides, prolífero poeta, narrador y ensayista griego, quien a sus 75 años de edad, en una bella y pausada meditación —visionaria, elocuente, cautivadora—, ausculta y revalúa los orígenes de su vida como escritor, sin dejar de observar “las tendencias preocupantes en la Europa contemporánea, desde la intolerancia religiosa y los prejuicios contra los inmigrantes”, así como la tristeza que siente por la desvalorización y maltrato de su amada Grecia.
Y, sin más, Kallifatides, a partir de esta sorpresiva aparición —un autor, como digo, completamente desconocido en el imaginario literario de mi canon personal—, se ha convertido en una de las voces más originales y placenteras, que se instalan como mediadoras entre la naturaleza humana y las mitologías subsecuentes.
Sí, Theodor Kallifatides, como Odisséas Elytes, Constantino Cavafis, Nikos Kazantzakis, Yannis Ritsos o Alessandro Baricco (con su proyecto “Homero-Ilíada”) son puentes literarios —puertos de partida divina y puertos de llegada terrestre— que mantienen la belleza de la tradición en su alegoría siempre universal.
Leer “Otra vida por vivir” me llevó a conseguir “El asedio de Troya” (Galaxia Gutenberg, 2020), páginas de factura invaluable —escritas con el esmero de un orfebre en el campo de batalla— que se ubican en una tesitura homérica, permitiendo un nuevo registro de la “Ilíada”.
El mito se sucede en el tiempo, como las guerras.
“El asedio de Troya” es una historia contada por Kallifatides con deleite de rapsoda, observando las puntualizaciones de Homero, sobre todo —similar al caso de Baricco, quien en 2004 adapta la “Ilíada” para una lectura pública en Roma y Turín—, ofreciéndole descanso a los dioses y permitiendo o privilegiando lo humano ante lo divino.
La adolescencia, el amor y lo helénico son los protagonistas de esta novela docente —recreada en el escenario de la invasión alemana a Grecia en la Segunda Guerra Mundial y sonorizada en una cueva por una joven maestra cuando Inglaterra bombardea la escuela y otras partes de la aldea—, lo que lleva a cuestionar la insensatez de los conflictos bélicos y lo que significa ser humano.
En palabras del escritor Federico Jeanmaire, toda guerra “ha sido instalada en el inconsciente colectivo, metódica y sistemáticamente, a través del diseño político de los planes de educación”. Si en Jeanmaire, autor de “Wërra” (antigua palabra alemana de la que deriva “guerra” en español, “guerre” en francés o “war” en inglés), desmantela el mito del heroísmo y el coraje, en Kallifatides observaremos la exaltación del aura sobrenatural en los guerreros y los semidioses.
Siempre ha sido de mi particular agrado citar estas palabras de Alexandre Kojève: “Comprendí que había pasado algo en Grecia hace 24 siglos, y que allí estaba la fuente y la clave de todo. Es allí donde se pronunció el principio de la frase”.
Y la frase inicial de Theodor Kallifatides, en “El asedio de Troya”, es la siguiente: “Tenía 15 años y estaba enamorado de mi profesora. Corría 1945, comienzos de abril. Mi aldea llevaba ocupada por el ejército alemán desde 1941, igual que toda Grecia. Durante esos años la escuela no funcionaba. Los dos maestros —uno de los cuales era mi padre— habían sido cesados por los alemanes y no vino sustituto alguno. No sabíamos si vivía o si estaba ya muerto. Mamá lloraba por las noches y cuidaba de mí y de la casa por el día. Éramos sólo dos, éramos mamá y yo”.
Asegura Ricardo Piglia que aprendemos a leer antes de aprender a escribir y que “son las mujeres las que nos enseñan a leer”.
Sí, éramos sólo dos, ella y yo… y los muchos libros.

raelart@hotmail.com 

 

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