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Honran a heredera

Leonor Farlow asegura que nunca es tarde para aprender la lengua kiliwa
lunes, 31 de diciembre de 2018 · 00:00

Agencia Reforma
Ciudad de México

Para la escritora, profesora y artesana Leonor Farlow Espinoza, radicada en el ejido de Arroyo de León, al sur de Ensenada, en Baja California, cualquier momento es propicio para hablar kiliwa.

“Nosotros hablamos kiliwa en cualquier momento, no esperamos que sea algo especial: cuando nos quitamos los zapatos para acostarnos, o cuando estamos en la mesa lo hablamos para decir: ‘Dame la azúcar o sírveme más café’”, comparte en entrevista telefónica.

Ganadora este año del Premio Nacional de Artes en el campo de las Artes y las Tradicionales Populares por su trabajo en la preservación del legado kiliwa, Farldow, de 82 años, ejerce el magisterio aun desde el teléfono.

“Buenas tardes”, por ejemplo, se dice en kiliwa “Eñiaay kuteey”; “Yo” es “Ñaap”, y “Noche” se traduce como “Teey”, expone la autora, junto con Arnulfo Estrada, del Diccionario práctico de la lengua kiliwa, disponible para su descarga gratuita en la página http://www.cdi.gob.mx/dmdocuments/diccionario_kiliwa.pdf.

Dicha lengua, parte de la familia etnolingüística yumana, es un idioma que agoniza, pues los indígenas, arraigados desde la prehistoria en territorios de lomeríos rocosos y vegetación desértica, no suelen hablarlo en familia para comunicarse cotidianamente, como sí lo hace Farlow con sus hijas; recurren, en cambio, al español.

MUJERES, LAS PRINCIPALES DIFUSORAS
El cultivo contemporáneo del kiliwa ha sido labor, sobre todo, de mujeres, cuenta la también autora de Cantos, cuentos y juegos indígenas de Baja California.

“Los hombres saben kiliwa, pero casi puras groserías. Tengo unos primos que sólo cuando andan medio tomados lo hablan, pero cuando andan bien yo les hablo en kiliwa y me contestan en español”.

Se ha difundido que solamente subsisten cuatro hablantes de su lengua: Hipólita Espinoza Higuera, Eusebio Espinoza, Leandro Martorell y la propia Farlow.

“La gente cree que nomás esos cuatro están quedando. No. Hay muchas personas que conocen el kiliwa, pero hablan en español”.

Reconoce que ella, en su juventud, prefería también comunicarse en castellano, que aprendió tardíamente porque en su casa, en realidad, hablaban el inglés; su padre era el cherokee Tom Farlow Roberts. El kiliwa era la lengua de su madre, Josefa Espinoza Cañedo.

“Los blancos siempre decían que los indios son esto y lo otro, y dije: ‘Nunca les voy a enseñar a mis hijos (su lengua materna), para que no los estén discriminando’. Después empecé a trabajar en artesanías; fui a Colorado, a San Diego, a muchos lugares de Estados Unidos y de México, y un amigo oceanólogo me dijo que les enseñara kiliwa a mis hijos, y empecé a hacerlo.

“Luego vino gente de la universidad a hacer preguntas, porque les interesaba esto. No sabían que había unos indios que se están acabando y querían conocerlos”.

FÉRREA DEFENSORA DE LA CULTURA
La lengua se acaba, aclara, no los indios, aunque sí su cultura.

“Ya no comen ni la biznaga, que es la comida tradicional para los kiliwas; la bellota, la tortilla de trigo, el atole y el agua fresca de maíz. No la saben hacer: comen jamón, hot dog, tortas.”.

Farlow y su familia también preservan, junto con la lengua, su cocina tradicional, y elaboran cestos artesanales, como los de sauce, que protegen las mazorcas de los insectos, además de alforjas mieleras y juguetes, entre otros objetos utilitarios.

“Y el baile, y el canto lo conservamos. Todo lo seguimos haciendo. No quiero que se acabe esta cultura. Mientras viva, estoy dispuesta a enseñar”.
 

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