Nacional

Crónica/ Un PRI que se aclama en un espejo

domingo, 5 de marzo de 2017 · 00:22

AGENCIA REFORMA

Ciudad de México

 

Enrique Peña Nieto entró al auditorio y habrá creído lo que vio. Los aplausos, los vítores. "¡Peña, amigo, el PRI está contigo!". "¡presidente! ¡presidente!". La fuerza del PRI. Cruzó la parte baja del auditorio Plutarco Elías Calles, lo recibieron en el estrado trece gobernadores, cuatro aspirantes, y otros 38 priistas comenzando por Augusto Gómez Villanueva, que a sus 88 años se ve más fuerte que su partido.

 


"¡presidente! ¡presidente!". Y Peña Nieto gira, se mueve ágil, como bailarín, alza los brazos, a media altura, las palmas hacia el cielo, palmotea el brazo de Enrique Ochoa, actual líder de partido, hace lo mismo con la nueva secretaria general, Claudia Ruiz Massieu. La figura central es Peña Nieto. Un presidente sin fuerza para ayudar a un partido que ya no puede respirar. Es el 88 aniversario del tricolor. El partido se mira en un espejo.


Entre lo que el presidente Peña Nieto no vio está una camioneta sobre Insurgentes repleta de albañiles que le mentó la madre al PRI. Rejas sobre la banqueta de Insurgentes, más rejas adentro, agua en bolsas de hule no vaya a haber un botellazo. Y junto a ocho detectores de metales, un bromista de seguridad pidiendo dejar palos, piedras, cuchillos y bombas molotov. Del lado del estacionamiento, por donde hace un mes les aventaron pañales sucios, hay una carpa con una muestra gastronómica de los estados donde gobierna el tricolor.


Peña Nieto tampoco pudo ver el inicio del desfile de funcionarios: La soledad de Miguel Ángel Osorio Chong al entrar, la mudez del auditorio para Manlio Fabio Beltrones, la cara de resignación de Carolina Monroy cuando entra al auditorio.


Todavía hasta el martes, Monroy decía que no tenía información de que fuera dejar la secretaría general del partido. Dos días después, Claudia Ruiz Massieu fue nombrada secretaria de Organización. Al día siguiente Monroy tuvo que dejarle su lugar a la ex Canciller, hija de José Francisco Ruiz Massieu, asesinado en septiembre de 1994, a tres meses de asumir el mismo cargo.


Llega José Murat, el ex Gobernador de Oaxaca, que se preparaba ya para liderar la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), hasta que el jueves se informó que el elegido era Arturo Zamora. Discreto, Murat se sienta al lado de la esposa de Humberto Moreira, la hidalguense Carolina Viggiano.


Peña Nieto habrá creído lo que vio: La unidad priista, ensayada desde tres horas atrás.


"Démosle la bienvenida al presidente con una exclamación que nos identifica ayer y hoy y siempre: ¡Que viva el PRI!", repite el animador cuando el presidente sale a mitad del auditorio. Lo acompañan Enrique Ochoa, seco de emoción, y Ruiz Massieu, que se apura a saludar a Carolina Monroy. Cinco minutos de ovaciones de priistas para el PRI, seguidos de una entrega de reconocimientos. El primero, al "mérito revolucionario" de Beltrones, aunque suena a "irse sin hacer pucheros".


Es el mismo entusiasmo de los festejos de siempre del PRI. Sólo que ahora parece un curso de automotivación. El video que se proyecta sobre Gustavo Carvajal, dinosaurio histórico, fallecido hace una semana, inicia el recuento de la autosatisfacción. "Tenemos al presidente que más votos ha tenido". "El partido que más tiempo ha gobernado". "El mayor padrón de militantes".


Y al cabo, llegan el gobernador mexiquense Eruviel Ávila y su candidato, Alfredo del Mazo. Tarde, quien sabe si por andar Tultepec atendiendo la nueva explosión.


Enrique Ochoa recicla su discurso del 81 aniversario de la CTM. Aunque lo remienda aquí y allá. Si hace una semana dijo que este año enfrentarán a "un PRD desahuciado, a un PAN blando y rancio y a un mesiánico en Morena". Ahora se pone brillante y apostilla: "En el PRD, enfrentamos a un sol que no alumbra ni a la esquina", con una ligera pausa en espera de la risa.


El PRI es el más grande, dice, el más bonito, el más ganador. Y luego, como si fuera una indiscreción: "Siempre encontramos el camino para la victoria".


Ser priista debe ser tener el privilegio de la repetición del tiempo.


¿Cuántas veces no habrá dicho un presidente del PRI que ahí viene el lobo con la oposición ?


"Están resurgiendo las amenazas que representan la parálisis de la derecha, o el salto al vacío de la izquierda demagógica", enfatiza Peña Nieto. Repite sus ofertas que hacía de cuando apenas era candidato: El PRI sí sabe gobernar, el PRI hará el país que todos soñamos. Etcétera. Con un ligero reconocimiento: "Entendemos que la popularidad es efímera". Sabe lo que dice, lo sabe desde el fondo de la popularidad.


En un acto que parece simulado, frío acartonado. Lo atractivo es lo que sale del libreto. Peña diciendo que ahí estaba César Camacho para atestiguar sus dichos, y el líder de los diputados había ido al baño. Un niño gordo interrumpiendo a gritos. Quince obreros de la CTM con cara de matones y silbato en la boca llenando el auditorio de ruido.


El grito que acaba en risas: "¡Ehhhhhhh.... Peña!", de la Red Jóvenes X México, unos 50 muchachos de la edad del nuevo director de la escuela de cuadros políticos del PRI, Paul Ospital Carrera. En 2015, Ospital se promocionó poniendo su nombre en los glúteos y pechos de edecanes. Ahora, como director de Instituto de Capacitación y Desarrollo Político, sonríe al fondo, detrás de Peña.


Lo demás es lo de siempre. Peña Nieto que recuerda su campaña presidencial subiendo a tomarse selfis, haciendo sudar al Estado Mayor Presidencial, puesto al servicio del PRI.


Afuera, sobre la explanada de la sede nacional, una carpa con pantallas para mirar el festejo se quedó vacía. En la carpa de la expo canta un mariachi: "Cucurrucucú.... ya no le llooores". A un lado, el encargado del servicio médico dice que todo está bien, ningún enfermo, ningún herido. El medio muerto, listo para buscar cómo ganar, debe ser el tricolor.

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