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Entre lágrimas se van tres LeBarón

viernes, 8 de noviembre de 2019 · 00:00

AP
La Mora, México

Mientras soldados mexicanos vigilaban, una mujer y sus dos hijos fueron enterrados ayer en ataúdes tallados a mano en el primer funeral para las víctimas de una emboscada efectuada por sicarios del narcotráfico que dejó nueve estadounidenses muertes, todos ellos mujeres y niños.

Vestidos con camisas, trajes o vestidos modestos, alrededor de 500 dolientes se congregaron bajo carpas colocadas en La Mora, una comunidad de unos 300 habitantes que se dicen “mormones” pero no están afiliados a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Algunos lloraban y otros entonaban cantos.

Los miembros de la comunidad extendida -muchos de los cuales tienen doble nacionalidad: estadounidense y mexicana- habían hecho los ataúdes, y utilizaron palas para cavar una sola tumba de gran tamaño para los tres féretros en el terreno rocoso del pequeño cementerio de La Mora.

Agricultores y adolescentes cargaron los ataúdes. Los dolientes pasaban al lado de éstos para ver los cuerpos y darle el último adiós a Dawna Ray Langford, de 43 años, y sus hijos Trevor, de 11, y Rogan, de 2.

SEPULTADOS JUNTOS
Los tres fueron sepultados juntos, igual que como fallecieron el lunes, cuando los agresores ametrallaron su camioneta mientras transitaban por un camino sin pavimentar con rumbo a la colonia LeBarón, en el Estado vecino de Chihuahua. Seis niños y tres mujeres fallecieron en la emboscada contra tres camionetas.

En un servicio crudo y emotivo, los familiares relataron valientes intentos de rescatar a sus seres queridos luego de la emboscada y cómo algunos de los niños caminaron kilómetros para llegar a la comunidad, situada a unos 110 kilómetros al sur de la frontera con Arizona.

No había comentarios de venganza en esta comunidad altamente religiosa, sólo una profunda sed de justicia.

“Dios se encargará de los malvados”, dijo Jay Ray, el padre de Dawna, en un panegírico.

David Langford dijo que su esposa era una heroína por decirles a sus hijos que se escondieran mientras su vehículo era incendiado.

“Me resulta difícil perdonar”, comentó. “Generalmente soy un hombre misericordioso, pero este tipo de atrocidad no tiene cabida en una comunidad civilizada”.

“Mis hijos fueron asesinados de manera brutal, brutal”, expresó, “y mi amada esposa”.

RECUERDAN A LAS VÍCTIMAS
De los sobrevivientes, dijo, a su hijo Cody le colocaron una placa en la mandíbula, que será inmovilizada por seis semanas, y que al resto le estaba “yendo muy bien”.

La hermana menor de Dawna Ray, Amber, de 34 años, dijo que su hermana era una madre devota de sus 13 hijos y ama de casa que le encantaba reír y hornear los mejores pasteles de cumpleaños.

A Dawna le gustaba decir que “no hay nada en la vida que una taza de café no pueda mejorar”, relató.

Los tres féretros, dos de ellos de tamaño infantil, fueron colocados en la parte trasera de camionetas pickups, en las que también viajaban familiares, rumbo al cementerio. Cientos de dolientes los siguieron a pie.

Horas más tarde, se realizó una ceremonia para Rhonita Miller y cuatro de sus hijos, que también fueron asesinados en la emboscada entre La Mora y el Estado de Chihuahua.

En un patio cubierto de pasto ante cientos de personas, fue recordada como mujer con un “espíritu inocente y un corazón hermoso”, cuya risa “podía iluminar una habitación”.

Su hijo, Howard Jr., amaba el basquetbol y recientemente había anotado su primer triple. Su hija, Kristal, era “la niña de los ojos de su padre”, y los mellizos Titus y Tiana, nacidos el pasado 13 de marzo, fueron recordados como “dos ángeles perfectos en los primeros momentos preciosos de sus vidas”.

Sus cuerpos serían llevados después por el camino en el que murieron, para ser enterrados en la colonia LeBarón. Las dos comunidades, cuyos residentes están relacionados, se unieron en una muestra de duelo.

TUMBAN VERSIÓN OFICIAL
Los soldados del Ejército mexicano pasaban regularmente sobre el único camino pavimentado de la comunidad.

Decenas de camionetas, muchas de ellas con matrículas de Estados Unidos de lugares tan lejanos como Dakota del Norte, llegaron a La Mora por el mismo camino donde ocurrió la emboscada.

Unos hombres armados del Cártel de Juárez presuntamente habían montado la emboscada como parte de una guerra territorial con el Cártel de Sinaloa, y las víctimas supuestamente se adentraron a ella.

Las autoridades mexicanas dijeron que los agresores podrían haber confundido las camionetas en las que iban las mujeres con las que utiliza el cártel rival.

Pero Julián LeBarón, cuyo hermano Benjamín -un activista contra el crimen- fue asesinado por hombres armados de un cártel en 2009, refutó esa versión.

“Tenían que saber que eran mujeres y niños”, dijo. Agregó que los ocho niños que sobrevivieron relataron que una de las madres salió de su camioneta con las manos el alto y aun así fue baleada.

Para muchos, el incidente parece demostrar una vez más que el Gobierno ha perdido el control de vastas zonas de México ante los narcotraficantes.

Y también ha puesto en duda la estrategia de seguridad del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador enfocada en tratar de resolver los problemas sociales subyacentes en lugar de combatir a los cárteles del narcotráfico con las fuerzas militares.

Fue también un nuevo acto de violencia de los cárteles que deja entrever que las añejas reglas en contra de matar extranjeros, mujeres o niños ya no están siendo respetadas.

“Ahora este lugar se va a convertir en un pueblo fantasma”, dijo Steven Langford, ex alcalde de La Mora y cuya hermana Christina Langford fue una de las mujeres que murió. “Muchas personas se van a ir”.

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