PALABRA

En la ciencia sí existe el drama

Puedo poner la mano en el fuego para sostener que tres disciplinas científicas: la microbiología, la astronomía y las nanociencias, contienen elementos para construir discursos dramáticos y de suspenso, para la construcción de una “cultura científica”
sábado, 5 de enero de 2019 · 00:00

Por Rolando Ísita Tornell*

La ciencia no da para un guión cinematográfico

El biólogo José Manuel García, de la Filmoteca UNAM, y yo analizamos la viabilidad de realizar un cineclub, cine debate, de ciencia. En las bases de datos de cine vimos con sorpresa que el acervo de películas de ciencia no nos alcanzaría para programar ni un año. En otra ocasión, José Manuel comentó que la vida de Darwin, aún su expedición a las Galápagos, no daría para hacer una película y que, en general, la ciencia no daba para dramas, emoción, suspenso más que en muy contadas ocasiones.

Con el paso del tiempo, quiero entender que lo que realmente sucede es que hay que hurgar en el anecdotario, documentación, y “vivir” dentro de la disciplina científica para encontrar los pedazos de tramas para películas (reportajes, artículos, documentales, series de video y televisión).

Esta misma necesidad se cumple para encontrar la “señas de identidad” como elementos importantes para vincular a la ciencia con la sociedad. Hay científicos que no toman con seriedad este aspecto, por ejemplo, que en los museos de ciencia se tengan expuestos los casos de los científicos nacionales en la historia (o en el presente) por modesta que haya sido su aportación a la ciencia universal, sería parte de la construcción de eso que llaman “cultura científica”.

Sí hay drama, acción y suspenso

Puedo poner la mano en el fuego para sostener lo anterior por lo menos con tres disciplinas científicas que me han sido profesionalmente muy cercanas, “vitales”: la microbiología, la astronomía y las nanociencias. Puedo asegurar que sí existen elementos en ellas para construir discursos dramáticos, emocionantes, de suspenso y “señas de identidad” para la construcción de una “cultura científica”. Esos elementos no están a la vista, hay que descubrirlos y reconstruirlos en la “vida cotidiana” de las facultades, centros e institutos de investigación científica.

Hazañas de la astronomía en México

Compartiré algunos apuntes sobre la astronomía mexicana. Es quizás la disciplina que mayor arraigo e identidad cultural tiene con nuestra sociedad y que lo ha expuesto mediáticamente, lo ha “posicionado” modestamente en la agenda de la opinión pública a través de ya una decena de eventos sociales anuales y nacionales.

El cielo de nuestros antepasados

No hay duda que las 3 grandes civilizaciones mesoamericanas eran excelentes astrónomos, pero que además su arquitectura, organización social, sus jerarquías de poder y justificación de sus actos eran una interpretación del cosmos, pero sustentada en observaciones reales del cielo y cálculos precisos de sus movimientos observables a simple vista. Toltecas, Olmecas y Mayas fueron unas grandes civilizaciones basadas en la observación del cielo nocturno, no fueron más allá: desaparecieron mucho antes de la llegada de los europeos. Al parecer, abusaron de la agricultura, rebasando la capacidad de la naturaleza para reciclarse hasta agotarla, algo parecido sucedió a los egipcios.

Más cercana a la astronomía científica, más cercana en el tiempo, la historia y vicisitudes de su práctica por astrónomos profesionales en México no deja de tener sesgos de épicas aventuras y un vínculo muy estrecho con la evolución del país, aunque sin estruendos épicos. Sus modestas aportaciones no demeritan en nada la evolución competitiva de la disciplina científica, son “señas de identidad” socialmente tan importantes como las de nuestro pasado remoto.

Los tránsitos del planeta Venus frente al Sol

La observación del Tránsito de Venus de 1769, en San José del Cabo, Baja California Sur. Si bien no se trató de una expedición astronómica propiamente mexicana, como sí lo fue la del Tránsito de Venus de 1874, en Yokohama, Japón, de más acción y repercusiones en las relaciones internacionales del país.

Los tránsitos de Venus han sido importantes para la humanidad, porque su observación, que incluye además de telescopios adaptados con una óptica especial para enfocar directamente al Sol, mediciones cronométricas y opto geométricas, que nos permitieron conocer con mayor precisión la distancia media que hay de la Tierra al Sol.

Son expediciones y son épicas por que se trató de empresas capaces de organizar el embalaje y transporte de instrumentos y telescopios, documentación internacional, organizar un itinerario naval y terrestre y las condiciones de seguridad, acceso a infraestructuras y servicios, permisos y diplomacia con autoridades de los mejores territorios para observar científicamente fenómenos celestes, con la precisión de relojería del fenómeno celestial mismo: el planeta Venus se va a pasear frente a las narices del Sol desde el punto de vista del planeta Tierra, una suerte de “eclipse de Venus”, pero tan lejano que es imperceptible que se está poniendo entre el Sol y nosotros, como los eclipses de Luna donde ella suele tapar todo el disco solar, oscureciendo con su sombra algunos lugares de la Tierra.

Estamos hablando de épocas en donde los bajacalifornianos de Los Cabos son una comunidad prácticamente aislada del resto de la República, a la que se puede llegar más directamente y con seguridad por el Océano Pacífico, o hacer otra expedición para cruzar el desierto por el norte de la Península; o de un Japón con todo el Océano Pacífico de por medio y un Imperio reluctante a la civilización occidental.

Fallecieron de disentería

La observación en Los Cabos era de una expedición propiamente franco-española, liderada por el astrónomo francés Jean Chappe, con el doble propósito de probar la precisión de un cronómetro suizo para medir la longitud terrestre y la Misión astronómica a San José del Cabo, en la punta de la Península de Baja California Sur, el 3 de junio de 1769. Acompañaban a Chappe, Vicente Doz y Salvador Medina, oficiales navales y astrónomos del reinado de España, y Alexander Jean Noel.

La observación del Tránsito de Venus por los astrónomos de Chappe fue lograda y documentada, pero al final todos los miembros de la expedición franco-española fallecieron súbitamente víctimas aparentemente de disentería, aunque se especula que pudo ser de paludismo, pero aún no descubríamos la malaria o el paludismo. Los restos de la expedición y sus pertenencias fueron generosamente atendidos por las autoridades y población de San José del Cabo.

Con la reserva de que surja mayor evidencia, se cree que fue gracias a José Antonio de Alzate, el científico de Ozumba, estado de México, quien supo del valor especial de las anotaciones y bitácora de la expedición de Chappe e hizo llegar la documentación al Observatorio Real de Francia y la Real Academia de Ciencias. La historia oficial dice que todos murieron, excepto Alexandre Jean Noel, a quien se atribuye informar de los resultados e instrumentos.

El paso de Venus frente al Sol visto desde la Tierra sucede en ciclos de dos años (con ocho años de diferencia entre ellos), cada 121.5 y 105.5 años.

El tránsito de Venus y las relaciones con Japón

Un siglo después, 1874, protagonistas de una gran aventura astronómica fue la de los miembros de la expedición a Yokohama, Japón, para observar el paso de Venus frente al Sol desde nuestra mirada, liderados por el ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, quien fuera un apasionado juarista, fundador de la cátedra de cosmografía en la recién fundada Escuela Nacional Preparatoria por Gabino Barreda en la República restaurada de Juárez, y de quien fue cercano colaborador y director del Observatorio Astronómico Nacional del Castillo de Chapultepec.

La ruta más viable de la expedición mexicana hacia el Imperio del Sol Naciente en aquél entonces era Cuba, Nueva York, cruzar los Estados Unidos hasta San Francisco, un buque transoceánico, Japón y en el interior del imperio hacia Yokohama. México no solo era un país pobre sin puertos en el Pacífico o muy malos, sino que además había padecido la invasión de los franceses para imponer la monarquía de los Habsburgo.

Los liberales de Juárez con conciencia científica

No obstante, al presidente Sebastián Lerdo de Tejada le pareció importante financiar la expedición científica para observar el tránsito de Venus y dio instrucciones para que Díaz Covarrubias formara una comisión de astrónomos para realizar la observación del Tránsito de Venus en Japón.

La expedición estuvo llena de vicisitudes. En Nueva York, los astrónomos Díaz Covarrubias, Francisco Jiménez, Agustín Barroso, Manuel Fernández Leal y el historiador Francisco Bulnes, fueron detenidos por las autoridades estadounidenses por precaución, habían pasado por Cuba donde se detectó la epidemia de una enfermedad tropical. Los miembros de la expedición estaban en perfecta salud, pero ¿nos podemos imaginar el servicio diplomático en aquellas fechas donde no había aviones, ni teléfonos y un México pasando las penurias después de una guerra de intervención?

Finalmente, con el tiempo encima, fueron liberados con el permiso para cruzar el territorio estadounidense hasta San Francisco. Japón, por su parte, era aún un imperio medieval de samurais tradicionalistas cerrado a la que ellos llamaban “decadente civilización occidental”. Sin embargo, la interacción de los ingenieros astrónomos con autoridades y población de Yokohama fue empática, Francisco Bulnes ayudó mucho con sus crónicas que él llamó “11 mil leguas”.

De hecho, la expedición astronómica mexicana abrió las puertas para el establecimiento de relaciones internacionales entre México y Japón, uno de los primeros países en tener amistad con el imperio reluctante a occidente. Existe además en Yokohama una placa conmemorativa de homenaje al grupo de Díaz Covarrubias, cumpliéndose el adagio de “nadie es profeta en su propia tierra”. En cuanto a la observación del fenómeno celeste, la comisión mexicana fue la primera en reportar sus datos a la comunidad astronómica internacional.

En la próxima colaboración compartiré con los lectores de Palabra algunas hazañas modestas pero relevantes de la astronomía mexicana como la nítida fotografía de la Luna con un telescopio no diseñado para fotografía astronómica y con la fotografía prácticamente acabada de inventar por Talbot, que le valió a México su incorporación a la construcción de una carta del cielo, un mapa del cielo nocturno del hemisferio norte; además, que gracias a los astrónomos México accedió a la Internet.

 

*Periodista y divulgador de la ciencia.

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