Vida

“Nunca he dejado la danza”: Valentina Castro

sábado, 4 de septiembre de 2021 · 00:00

AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

Valentina Castro, de 86 años, se remonta al jardín de Puebla donde ensayó sus primeros pasos en la danza, cuando era una niña: “Empecé con Isabela Duncan”, rememora.

Era, en realidad, una discípula de la legendaria bailarina a quien su padre le pidió que enseñara a sus hijos a bailar. Y de ahí a la escuela de las hermanas Campobello, en 1947, cuando estaba por terminar la primaria.

Junto con su hermana Martha ingresó al cabo de año y medio también a la Academia de la Danza Mexicana que reunía a los mejores bailarines. Era un ir y venir desde Puebla cada fin de semana. “Todo el día era danza”, dice Castro al abrir sus recuerdos, dueña de una memoria prodigiosa.

La joven de entonces se nutrió de las leyendas de la danza, en Nueva York vio a las grandes figuras como Martha Graham, Doris Humphrey, José Limón y fue tal el impacto que tomó una decisión vital.

“A los 17 años, decidí ser bailarina, no ser mujer”, asegura. Con ese “no ser mujer” decidía apartarse del rol tradicional de ama de casa para dedicarse a la danza. Cargaba con su hija Eva y los biberones a la clase de danza. Crió a sus tres hijos, los dos menores, Pablo y Claudia, son fruto de su relación con el poeta Jaime Labastida, con quien estuvo casada.

Punto de quiebre
La estela de Castro de siete décadas en la danza cruza tanto el Ballet Mexicano del INBA, dirigido por Miguel Covarrubias, como el Ballet Nacional con Guillermina Bravo y el Ballet Independiente, del que fue integrante fundadora, con Raúl Flores Canelo.

Como decisivo resultó su encuentro con José Limón, quien la eligió para el papel de La Sirenita de su ballet Tonanzintla, una de las obras emblemáticas de su carrera como intérprete, que la llevó de gira a Estados Unidos con gran éxito.

Castro, quien encontró las “verdaderas bases técnicas modernas” en el coreógrafo Xavier Francis, se ubica en el tránsito de la danza moderna hacia la contemporánea, un punto de quiebre que la coreógrafa ubica en la gira de seis meses por Europa y China de 1957.

Al Festival de las Juventudes en Rusia habían sido invitados tanto el Ballet Contemporáneo, del que Castro formaba parte, como el Ballet Nacional de México (BNM) de Guillermina Bravo. Ambas compañías irían invitadas también a China y se unieron con el nombre de Ballet Nacional Contemporáneo de México, bajo la dirección de Guillermina Bravo y Elena Noriega, como documenta Margarita Tortajada en “Alcances y transformaciones de la danza moderna nacionalista mexicana en la gira de 1957”.

“Nosotros vimos muchos espectáculos en Rusia, China, en Rumania y claro, la influencia y la danza de otros países hizo mella en nosotros y cambiamos lo que era la danza moderna a la danza contemporánea”, evoca.

“Decidí no repetirme en nada”, asevera. Y lo demostró con Expansión 7, una de las compañías pioneras en tener una dirección colectiva, donde propuso una danza experimental. Invitaron a pintores, escenógrafos y al grupo de improvisación Quanta, al que pertenecía, entre otros, el compositor Mario Lavista.

“Trabajaba por primera vez con una improvisación que estaba fuera de lo que se acostumbraba en la frase musical o un ritmo, era un reto y cuando te empezabas a sentir cómodo con un ritmo, había que romperlo. Ellos (Quanta) también lo hacían y nosotros nos inspirábamos en la música y la música se inspiraba en nosotros, y así hacíamos improvisación, cosa que en México no se hacía”, rememora.

Solo que a diferencia de Ballet Teatro del Espacio, Ballet Independiente y BNM, a Expansión 7 la paga no llegaba o era muy poca. Sus integrantes protestaron afuera del Palacio de Bellas Artes. “Era la primera vez que los bailarines hacían una protesta”, cuenta. Les condicionaron el apoyo a que se reintegraran a otras compañías. “Nosotros habíamos salido de Ballet Independiente o del Ballet Nacional para formarnos como grupo y no queríamos regresar”. Al verse sin apoyo alguno, el grupo se deshizo al cabo de cinco años.

Pero Castro no se rindió. No está en su naturaleza. A pesar de la crisis en la danza decidió que si el público no iba al teatro, la danza iría al público. Así nació Danza Teatro Mexicano. “La idea de mi grupo era ir a bailar a donde sea, fuera preparatorias, secretarías (de Estado), iba a los bancos a ofrecer funciones, sobre todo con el IPN conseguía funciones”. Llegó a bailar hasta en pasillos. Se hizo de un equipo de iluminación ambulante que improvisó con latas de leche en polvo y focos, y con unos bafles para el sonido y biombos marcaba el foro.

A este nuevo esfuerzo lo mató el cambio de sexenio y la cancelación de apoyos. “Siempre que hay un cambio de Gobierno, le quitan dinero al arte”, critica.

Movimiento en equilibrio
Por recomendación de Rosa Reyna, emigró a Culiacán, donde durante cinco años dedicó sus esfuerzos a dar forma a la Escuela de Arte José Limón. “Era un reto, tuve que irme porque hay que sobrevivir”. Se preguntó qué es un bailarín. “Es una persona que camina, corre en diferentes direcciones y velocidades, gira, va al piso, rueda, salta, pequeños y grandes saltos, tiene equilibrio”, explica. Había visto los grandes progresos de su propia hija, Eva Zapfe, en la gimnasia y decidió una técnica más libre. Comenzó así una suerte de clínica donde a través del juego propiciaba que los niños bailaran.

Así nació el método que aún ahora utiliza, la danza como juego y convivencia, que ha rendido frutos como la “Lotería del movimiento”, una herramienta para la enseñanza de la danza desarrollada por la pedagoga Consuelo Sánchez.

Tras su estancia en Sinaloa, fue requerida en la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, donde enriqueció la escena de la danza contemporánea.

Luego, volvió a la Ciudad de México para incorporarse como maestra de la Escuela Nacional de Danza “Nellie y Gloria Campobello”, donde enseña desde 1997.

Castro está convencida del carácter social de la danza.

“La danza contemporánea, a diferencia del clásico, es de grupo. Hacemos una danza social para el público. La danza es de entrada un juego, platico con mi cuerpo al público. La danza como juego y convivencia”.

Un juego que la devuelve al jardín de la niñez, donde bajo la estela de Isadora Duncan, hizo sus primeros pasos.

“Nunca he dejado la danza”.

FRASE
“La danza contemporánea, a diferencia del clásico, es de grupo. Hacemos una danza social para el público. La danza como juego y convivencia”.

Valentina Castro

Coreógrafa

 

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